La piña o el ananá, es una planta perenne de la familia de las bromeliáceas, nativa de América del Sur., siendo, de todos los procedentes de América Latina, el que más éxito tiene en Europa. La producción de piña en el Ecuador ha evolucionado favorablemente en la última década gracias a las excelentes condiciones para el cultivo de esta fruta, en el período de 2005 a 2010 se registró un incremento del 6.40% en la superficie cosechada, mientras que la producción de la fruta fresca medida en toneladas métricas ha tenido un crecimiento del 4.09%.

La especie ananás comosus es una planta vivaz, terrestre de escaso porte con hojas rígidas, sésiles y lanceoladas, estrechamente imbricadas, con los márgenes dotados de espinas de piquete cortas, de 30 a 100 cm de largo; son ligeramente cóncavas, para conducir el agua de lluvia hacia la roseta. El tallo, rojizo, se hace visible alrededor de los 2 años, creciendo longitudinalmente hasta alcanzar entre 1 y 1,5 m. De las axilas foliares aparecen pequeños retoños que los cultivadores cortan para la reprodución, aunque si se dejan pueden producir más frutos.

Una fruta de exportación debe cumplir con varios requisitos al momento de la cosecha y ser aceptados y calificados para exportación. El proceso de producción de la piña inicia en haciendas y huertos seleccionados, los cuales cumplen altos estándares de calidad, al igual que el cultivo que parte desde la selección de semilla, riego, fertilización y labores culturales hasta llegar a su etapa de cosecha. Aquí se califica la fruta y el producto idóneo es transportado a la empacadora, donde es lavado, clasificado y sometido a un proceso de protección y secado. Luego se etiqueta, se empaca de acuerdo a su tamaño y color, se paletiza para ser transportada de manera segura.

Los factores que afectan el crecimiento y productividad de las plantas se clasifican de manera general en factores internos (genéticos) y factores externos (ambientales). Los factores internos están relacionados con la variedad genética utilizada Los factores externos se relacionan con el clima (luz solar, temperatura y lluvia), agentes bióticos (organismos benéficos y perjudiciales), tipo de suelo y por supuesto la intervención humana que afecta o modifica en cierta medida algunos factores ambientales que determina el manejo agronómico. Por ejemplo, zonas con gran cantidad de brillo solar y temperaturas cálidas (30° C) es potencialmente más productiva que otras zonas con características diferentes.